Los efectos fisiológicos de su situación son lo que más le incomoda. Se levanta con náuseas, tiene sueños extraños… “Hay olores que antes no soportaba y que ahora me atraen muchísimo, como el de la gasolina o el de los neumáticos nuevos”, explica. Los cambios de humor tampoco son fáciles de sobrellevar. A veces pasa horas y horas asomado a la ventana, simplemente viendo los coches pasar, o pegado al televisor siguiendo la Formula Uno. “Tengo antojos rarísimos. Ayer me apeteció salir a la calle y morder el asfalto”.
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